sábado, 3 de agosto de 2013

La "extraña" relación de los médicos con los libros

Gregorio Marañon, leyendo un libro.

La actitud de un hombre frente a un libro es sagrada,
 y semejante a la del hombre ante el altar: 
en ambas busca, halla y…se encuentra.

Aunque todo pasa y todo queda ... y las nuevas tecnologías suponen un cambio en el concepto de la comunicación humana, pero la relación del lector con el libro siempre sera singular y sagrada, muy parecida al sentimiento de la amistad;  y en el caso del médico lector, tal vez sea mas intensa y singular si cabe,  por juntarse dos trayectorias vitales intensas como si de un choque de trenes se tratara.

Nuestro maestro de cabecera G. Marañón lo explica mejor con estas luminosas palabras referidas a los libros:

 “El consuelo de las horas tristes. El que hace olvidar al preso su cárcel y al desterrado su nostalgia.
El sedante de los grandes afanes, que va donde quiera que vayamos con nuestro corazón en los momentos de dureza, o nos vigoriza cuando empezamos a flaquear.
Y, después de ser todo esto, tiene la soberana grandeza de no hipotecar nuestra gratitud. Una vez leído lo volvemos sencillamente al estante, o lo dejamos olvidado en el asiento de un tren.
Es igual, ni nos pedirá cuentas de lo que nos ha dado ni nos guardar rencor si no
se lo hemos agradecido.”

De El libro y el librero, Madrid, 1953.
 

El libro bueno es el amigo ejemplar que todo lo da y que nada pide. El maestro que no regatea su saber ni se cansa de repetir lo que sabe.
El fiel transmisor de la prudencia y de la sabiduría antigua


 La librería de un hombre es también su retrato, y tan fino que no pueden igualarle ni los pinceles más exactos ni la pluma más penetrante y fiel del mejor biógrafo. 

"El amor a los libros es el indicio cierto de los hombres radicalmente buenos"  
De El libro y el librero. Madrid 1953.

Si tuviera que reducir mi biblioteca a tres libros dejaría la Biblia, el Quijote y un buen libro de versos.
(..) Un perpetuo soldado que quisiera que de él se pudiera decir algún día, parodiando las palabras de nuestro viejo romance:
“Sus arreos son los libros; su descanso el caminar”
 

Discurso en la Facultad de Ciencias Médicas de Lima. 1939.

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